martes, 27 de noviembre de 2012

Dulce de otoño

     Quienes me conocen saben que mi estación preferida del año es el otoño. Su melancolía intrínseca, esa sensación que deja al saber que el verano pasó y que el invierno se aproxima. Sus colores ocres, dorados y rojizos, colores cálidos  que contrastan con el frío tono plomizo del cielo. El día que se acorta. Y el viento, que me limpia el alma, se lleva lo malo volando lejos, y me hace desear más el llegar al hogar.  Y entre todo esto, también me gusta por que por fin empiezan a apetecerme vinos tintos... y dulces. La "castanyada" en Catalunya es la fecha en la cual mucha gente, que nunca bebe vino dulce, aprovecha para permitirse este azucarado capricho. Moscateles, garnachas, mistelas, etc... como la tradición manda, yo también aproveché ese día para abrir una botella de un vino dulce (aunque abro muchas al año, este día es solo una excusa, válida como cualquier otra), que tenía reservado hace un tiempo y por el cual sentía curiosidad. Un viaje a la vecina Francia, donde otro fenómeno climático ayuda mucho en hacer este vino posible; La niebla. No lejos de allí se producen los vinos dulces más celebres del mundo. Aquí, a orillas del Dordoña, en el corazón de Bergerac, late la pequeña apellation de Saussignac. En esta pequeña región del sudoeste francés solo pueden embotellarse bajo dicho nombre vinos dulces, producidos por botritys o vendimia tardía, como en su vecina Monbazillac. El resto de vinos aquí elaborados se embotellan simplemente como Bergerac. Desde hace unos años, la región esta viviendo un lento pero firme resurgimiento.
     El Chateau Court-Les-Mûts es uno de los elaboradores más interesantes de Saussignac. Propiedad de la familia Sadoux, desde 1972 Pierre-Jean Sadoux conduce esta bodega, convirtiéndola en uno de los estandartes de la denominación, y junto a su hijo Pierre desde 1999, cosechan numerosos premios y reconocimientos para sus vinos.
     Yo tuve la oportunidad de probar su Chateau Court-Les-Mûts Saussignac 1998. Elaborado con uvas procedentes de viñas viejas, de más de 50 años. Semillion con algo de muscadelle. Fermentación lenta, de 3 a 5 meses, dependiendo la añada (no sé cuantos en este 1998). Crianza en barricas durante 15 meses. En 2012, uno de mis motivos para abrir esta botella, es que ella también se encontraba en el otoño de su vida. como buen vino dulce, tiene una gran capacidad de guarda, pero con sus 14 años a cuestas, comienza a encontrarse fatigado. Su color dorado anaranjado también me recuerda a esta estación. Aromas de miel de azahar, dulce de membrillo, mermelada de naranja amarga. Frutas confitadas, orejones, y un ligero y llamativo fondo húmedo, como de setas. Pienso en estar en casa, al lado de la chimenea, con estos dulces para mí tan típicos de esta estación (la mermelada de naranjas amargas de mi abuela es inolvidable). Todo con una sensación fresca, y adornada también con aromas de esencia de vainilla. Una boca untuosa, que sorprende por su fluidez, una buena acidez, aún viva, aunque como dije antes, tal vez algo fatigada. Es dulce, sabe a miel, pero no empalaga, tiene un interesante equilibrio. El final es persistente, largo, confirmando las notas de la nariz de miel y membrillo y naranja. 
Delicioso con el foie que le acompañó. (89/100)
     Pocas veces tenemos la oportunidad de dejar reposar en el tiempo estos dulces, para que lleguen a este nivel de delicada madurez. Cuando lo hacemos, muchas veces, nos pueden hipnotizar, sorprender, y simplemente podemos disfrutarlos, a gusto en casa, mirando por la ventana el cielo gris y las doradas hojas, cayendo suavemente.